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La otra pirámide alimentaria

Actualizado: Mié, 10/04/2019 - 09:15

La otra pirámide alimentaria

Según ha explicado alguna vez Antoni Riera, catedrático emérito de Historia Medieval en la Universidad de Barcelona, durante la Edad Media se hizo una lectura piramidal de la creación que iba de los elementos inanimados hacia Dios y de lo Bajo hacia lo Alto. 

En el imaginario medieval, los animales se encontraban por encima de los vegetales y, dentro de ellos, los frutos por encima de las hojas y éstas por encima de las raíces. Por este motivo, se pensaba que los poderes supremos (los reyes y los Papas) se debían alimentar de grullas, garzas asadas (“en los banquetes las aves se solían servir asadas, sistema de cocción que permitía sacarlas enteras a la mesa, con su vistoso plumaje casi intacto”, anota Riera en “Gastronomía y política en los banquetes cortesanos de la Baja Edad Media”), pavos reales, cercetas, ocas, faisanes, patos salvajes, capones y otras aves (por tratarse de animales que vivían muy cerca del cielo), hasta el punto de que en ocasiones los pasteles de aves se servían dentro de jaulas con aves vivas que emprendían el vuelo al aterrizar en la mesa, como sucedió en la coronación de Fernando I de Aragón; los agricultores y mercaderes, por su parte, debían de comer mamíferos y otros animales terrestres (pollos, corderos, vacas, etc.), mientras que a los pobres de solemnidad se les conminaba a consumir vegetales (raíces, nabos, chirivías).

Es decir, cada estamento social debía de comer por designio divino unos determinados alimentos, “ya que se pensaba que, si alguien comía algo poco adecuado, por ejemplo, si el Rey comía cebollas, el mundo iría mal”, explica este historiador mallorquín especializado en la Edad Media. Para Antoni Riera, el primero en formular esta teoría a finales del siglo XIII, fue un cosmógrafo italiano llamado Restoro d´Arezzo, quien defendía que la creación de Dios estaba formada por cuatro elementos (fuego, agua, aire y tierra), siendo la tierra el más grosero de los cuatro. De allí surgían las plantas, consideradas como el alimento más humilde. Así pues, cuanto más alejada del suelo fuera la procedencia de un alimento, más adecuado resultaba para los mandamases.

En cambio, hoy día la pirámide alimentaria se ha invertido hasta tal extremo que cada vez es más habitual que las clases altas consuman vegetales y las bajas un número creciente de derivados cárnicos. 

 

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